Sobre las nociones de organismo, cuerpo y yo
«El estadio del espejo. Teoría de un momento estructurante de la constitución de la realidad, en relación con la experiencia analítica», fue presentado el 3 de agosto de 1936 en el XIV Congreso de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (I.P.A), en Mariembad, cerca de Austria. Un escrito significativo porque supone el inicio de una travesía discursiva en Lacan al poco tiempo de haber leído la tesis con la que se doctoró en psiquiatría. El texto de 1936 parte de observaciones descritas por la psicología sobre el interés manifiesto del niño por su imagen en el espejo entre los seis y los dieciocho meses. Lacan lo reelaborará y presentará de nuevo en 1949, en el XVI Congreso de la IPA, en Zurich, como El estadio del espejo como formador de la función del yo [je], tal como nos es revelado en la experiencia analítica.
La primera escritura del Estadio del espejo, Lacan (1936), propone una alienación fundamental en la que el niño se confunde con su imagen adelantándose al dominio de su corporalidad. Este hecho Freud lo conceptúa en relación a la noción de narcisismo, siendo la identificación con la imagen el mecanismo que se pone en juego. En la reelaboración citada, Lacan (1949), sitúa la experiencia especular como un momento fundamental, lógico, de la constitución del yo.
Las referencias de Lacan en los desarrollos del estadio del espejo cuentan con la actualidad de las investigaciones en psicología infantil, psicología comparada, la teoría de la Gestalt, etología, filosofía y con la teoría generada en el ámbito post freudiano sobre la imagen del cuerpo, en especial con las producciones de Schilder14 y de Wallon, siendo el texto de Schilder un escrito de importancia capital en el ámbito de la Ego-Psychology, de la doctrina del Self y de la teoría de la relación de objeto.
Hasta 1953 en las formalizaciones teóricas del estadio del espejo Lacan usa el término imaginario como adjetivo para calificar la relación con el otro, el semejante. A partir de 1953 articula la noción de imaginario a las de real y simbólico en términos sustantivos refiriéndose con él a la dimensión subjetiva más próxima a la imagen, al yo y a la fenomenología ilusoria de la captación, la apariencia y el señuelo.
En filosofía y en psicología el término imaginario en función sustantiva significa la imaginación, la facultad consciente de representarse las cosas en el pensamiento con independencia de la realidad. Lacan se apoya en la fenomenología de Hegel, Husserl, Heidegger y Kojève y en la fenomenología existencial de sus contemporáneos, Sartre y Merleau-Ponty, investigaciones filosóficas en torno a la consistencia de la existencia del hombre a partir de la conciencia de sí. Así, desde 1953 conceptúa lo imaginario como el ámbito de las ilusiones del yo, la sugestión, el engaño, la alienación, la fascinación asociados a la experiencia de segmentación entre el yo (moi) y el sujeto (je) haciendo de lo simbólico el lugar del significante y de la función paterna y de lo real lo imposible de simbolizar. El sujeto, je, es inidentificable, a diferencia del yo que es lo que resulta de la alienación significante; este sujeto está representado por el intervalo significante cuyo registro, el del significante, se instituye por el hecho de que un significante representa a un sujeto para otro significante15.
También a partir de 1953 la noción de imago, tan importante en el primer tiempo de la elaboración lacaniana, perderá relieve. Con la entrada del campo del lenguaje y la función de la palabra, la imago deja de ser este objeto psíquico que media entre el organismo y su realidad y serán las leyes del lenguaje lo que sostienen tal función. Lacan concibe la imago como objeto psíquico que evoca una representación inconsciente primordial. Toma como paradigma la imago del seno materno que determina la vida del hombre, imago anclada en el psiquismo cuya sublimación resulta especialmente difícil, como lo pone de manifiesto el apego del niño pequeño a las faldas de su madre o la duración a veces anacrónica de dicho lazo; imago que siendo necesaria al comienzo de la vida, su persitencia deviene mortífera. La imago más que una imagen es un esquema imaginario adquirido mediante el cual el sujeto se enfrenta a otro, mientras que para la psicología —de corte fenomenológico y fundada en la filosofía del cogito cartesiano— la imagen es la imagen mental de la conciencia imaginativa, caracterizada por su ineficacia.
El estadio del espejo, su funcionalidad, muestra los efectos del campo perceptivo sobre la realidad psíquica, cómo en la especie humana la imagen de propio cuerpo estructura ortopédicamente al ser hablante rectificando la dispersión del cuerpo que marca los primeros meses de vida. La unificación alcanzada se opone a la incoordinación, a esa dispersión primera del cuerpo.
Además de las aportaciones del psicoanálisis, la filosofía y la psicología para la formalización de la noción de imaginario, Lacan estudia las aportaciones de la etología contemporánea siendo determinantes las nociones de Umwelt e Innenwelt, de Jakob von Uexküll, biólogo alemán (1864-1944), circunscripciones etológicas en torno a la realidad en las especies animales, incluida la humana. La Umwelt indica que el medio del animal es ante todo un medio fabricado por él en función de su constitución y refleja la Innenwelt, es decir lo que el animal es como organismo.
Wallon16 describe los cambios observados en el interés manifiesto del niño ante su imagen reflejada en el espejo; cambios que dan cuenta del progreso realizado por el bebé desde una percepción parcial de su cuerpo a una percepción global; desde una percepción como existencia en dos espacios (propia al cuerpo y exterior al mismo) a una existencia en un espacio unificado donde la realidad de la imagen tiene valor virtual. Según Wallon, las experiencias del niño frente al espejo dan prueba de la génesis del sujeto psicológico y cronológicamente las localiza así: Hasta el tercer mes, aproximadamente, el niño se muestra insensible ante las imágenes que se forman en un espejo. En el curso del cuarto mes fija su mirada en el espejo, pero observa allí su reflejo como si le fuera extraño:
«el niño mira como lo haría frente a un extraño que viera por primera vez; tres días después le sonríe. Manifestación de interés que lo muestra sensible a la representación del rostro humano, pero que no se reproduce quince más tarde. En consecuencia, manifestación todavía muy intermitente, como ocurre habitualmente en casos en que, siendo muy novedosas, están tan próximas al umbral que solo pueden producirse en condiciones muy favorables.»
Hacia el sexto mes: de acuerdo a la experiencia reseñada por Darwin con su propio hijo, el niño sonríe a su imagen especular y enseguida sonríe a la imagen de su padre reflejada en el espejo. Pero, al escuchar la voz de éste detrás de sí, se voltea sorprendido, indicando con este gesto que aún no logra hacer coincidir en el espacio y el tiempo la presencia real del progenitor o de ese otro humano que lo sostiene en brazos, con la imagen reflejada del mismo. El niño percibiría la conexión entre la imagen y el modelo, pero no lograría establecer la relación de dependencia entre ambos; atribuye tanto a la una como a la otra una realidad independiente. Hacia el décimo mes, frente al espejo, el niño extiende los brazos hacia la imagen y la observa si se lo llama por su nombre. El júbilo impregna la escena. Establece en ese tiempo la relación entre su imagen reflejada y su imagen real, subordinando la imagen reflejada a la imagen real. Ahora bien, para unificar su yo en el espacio, dice Wallon, el niño debe realizar dos operaciones: Admitir la existencia de imágenes que tienen la apariencia de la realidad y afirmar la realidad de una existencia que escapa a la percepción. El niño se confronta a la existencia de imágenes sensibles (subjetivas) que tienen lugar en un espacio imaginario, y de imágenes de la realidad externa pero sustraídas a la percepción sensorial. Hacia los doce meses, el reflejo en el espejo es ahora vivido como un verdadero sistema de referencias que permiten orientar sus gestos hacia las particularidades de su cuerpo.
Wallon sostiene que el niño para aceptar el hecho de su existencia espacio-temporal debe subordinar progresivamente los datos de la experiencia inmediata a la pura representación, pasar de la percepción de un doble real a la percepción de un doble virtual. La prueba del espejo serviría al niño, dice Wallon, para introducirse en el juego de la diferenciación y de la equivalencia de las imágenes. A través de esta experiencia se formaría la idea de un cuerpo propio que lo conducirá a la unidad del yo. Así, la noción de cuerpo propio es concebida por Wallon como el resultado de la integración progresiva del cuerpo físico a su yo, indicación crucial para Lacan.
De James Mark Balwin, Lacan retoma las indicaciones acerca del gesto jubiloso del niño frente a su imagen especular:
«este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los trabajos de Balwin, desde la edad de seis meses y su repetición ha atraído con frecuencia nuestra meditación ante el espectáculo impresionante de un lactante ante el espejo, que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie, pero que a pesar del estorbo de algún sostén humano o artificial, supera, en un jubiloso ajetreo las trabas para suspender su actitud en una postura, más o menos inclinada y conseguir para fijarlo, su aspecto instantáneo de la imagen.»17.
Lacan ve en este regocijo la confirmación del reconocimiento de su imagen especular en un momento en que se encuentra sumido en una dependencia absoluta del otro porque aún no tiene dominio motor y es inmaduro neurológicamente. El pequeño, sobreponiéndose a tales limitaciones, se precipita ante su imagen especular con entusiasmo.
Lacan convierte la experiencia del espejo en un estadio al extraerlo de toda referencia a la vivencia efectiva del cuerpo, a una maduración psicológica o al progreso del conocimiento, contexto en el que Wallon plantea la cuestión. Wallon reflexiona sobre la psicogénesis del cuerpo propio y la unidad del yo en el marco de una psicología centrada en la primacía de la conciencia donde lo inconsciente no tiene lugar y toman la imagen como un objeto sensorial. Donde Wallon busca verificar progresivamente la puesta en marcha de una capacidad funcional objetiva, Lacan destaca un momento de elección, un franqueamiento que aloja en un proceso de advenimiento subjetivo que cuestiona la homogeneidad del tiempo cronológico. Lacan dirá incluso, insight, para aludir a inscripción, esclarecimiento, configuración, momento lógico, deducible: «no es de historia sino de insight configurante, por lo cual lo designamos como estadio, aunque emergiese en una fase»18.
Frente a la objetividad del comportamiento y la maduración neurológica estimulada por el ambiente propuesta por Wallon, Lacan insiste en una subjetividad reparadora.
La psicología gestalt sostiene que la percepción está influenciada por el contexto y la configuración de los elementos percibidos; las partes derivan de su naturaleza y su sentido global y no pueden ser disociados del conjunto, ya que fuera de él pierden todo su significado. Es la teoría de la Gestalt, no la psicología desde aquí orientada, la que interesa a Lacan, para confrontar su teorización del estadio del espejo a la psicología genética liderada en Francia por Wallon.
Lacan con la teoría gestáltica y su uso en el ámbito de la psicología infantil, con las aportaciones de la etología y las de la fenomenología busca esclarecer la operación psíquica en juego en la captura de la imagen que organiza la realidad corporal. En consecuencia, la formalización del estadio del espejo se sostiene en una tesis sobre la trasformación del ser hablante en relación a la asunción de una imagen, no cualquiera, sino de una gestalt que en el estadio del espejo es la forma del cuerpo propio.
¿Qué aporta la etología al texto de Lacan sobre el estadio del espejo? Desde 1935, los trabajos de Lorenz y Tinbergen ponen en evidencia la presencia en el animal emisor de un mecanismo desencadenante que activa en el animal receptor un mecanismo innato de desencadenamiento capaz de producir una acción manifiesta. Después de los desarrollos de la teoría de la Gestalt sobre la noción de forma, la etología extiende y extrema la función estructural de la imagen y sus efectos formativos sobre el organismo animal y su capacidad para organizar la relación con el otro. Es el caso de la eficacia de la imagen en la paloma —indicado por Harrison y consignado en las Actas de la Real Sociedad Británica, en 1939—, que precisa, para la maduración de sus gónadas sexuales de la vista de un congénere. Los efectos son los mismos si se trata de la vista de un congénere real, macho o hembra, o de la vista de la propia imagen reflejada en el espejo; reflejo que la paloma toma como otro real. La etología, da cuenta de la eficacia de la imagen como pura materialidad: la vista de la imagen produce efectos sobre el real del organismo. De aquí Lacan extrae las consecuencias para el psicoanálisis mostrando la efectividad de la imagen en el terreno del psiquismo, la eficacia de la imagen en su función constituyente.
Entre los mamíferos, el humano es el único en no alcanzar su madurez fisiológica sino hacia el décimo mes, conservando varios meses después de su nacimiento reflejos que son secuelas de la vida intrauterina, los que testimonian de la inmadurez de su sistema nervioso central. A propósito de las sensaciones interoceptivas, dicen los estudios sobre este tema que en los primeros seis meses de vida domina un malestar. Para Lacan, la asfixia del nacimiento, el frío relacionado con la desnudez del tegumento, el malestar laberintico (que no es ajeno a la satisfacción experimentada por el niño al ser acunado), son sensaciones que hablan del tono penoso de la vida orgánica que impregna estos primeros meses y que el cuidado materno, por muy esmerado que sea, no logra atenuar completamente. Añade que la causa de este malestar radica en una insuficiente adaptación ante la ruptura de las condiciones del ambiente y de la nutrición brindadas por el equilibrio parasitario de la vida intrauterina. El momento en que el bebé se sobrepone a este malestar provocado por el retraso físico, coincide con aquel en cual logra reconocer su imagen en el espejo.
El malestar orgánico del bebé permitiría explicar el retraso afectivo observable en los niños nacidos antes de término. Esta prematuración de los primeros meses contrasta con su marcado interés por la imagen del semejante, en particular por su rostro; interés precoz observable a partir de los diez días de su nacimiento, antes que la coordinación motriz de los ojos se haya desarrollado. De aquí se deduce que en el ser humano la imagen del cuerpo del otro antecede a la propia, que el niño da prueba de reconocer primero el rostro de quien le otorga los primeros cuidados mientras solo da signos de reconocer el propio hasta el sexto mes.
Las experiencias recogidas por Wallon con diferentes animales y niños pequeños dejan ver la preeminencia de la imagen del cuerpo propio en el humano, frente a lo que ocurre en la especie animal donde solo la imagen del congénere tiene un rol en su comportamiento y relación al otro de su especie. Lacan califica este interés de estructural: a causa del retraso del desarrollo la maduración precoz de la percepción visual toma su valor de anticipación funcional. De aquí la importancia de la estructura visual en el reconocimiento precoz de la forma humana. Entonces, cuerpo inacabado en el terreno de lo real orgánico y anticipación imaginaria de la aprehensión y dominio de la unidad corporal en el plano psíquico, la forma total del cuerpo gracias a la cual el sujeto se adelanta ilusoriamente a la maduración orgánica.
Para concluir, Lacan ubica la experiencia del espejo como la «estructura ontológica del ser humano» en la que el sujeto (je) —construcción simbólica diferente del yo (moi), efecto de lo imaginario— se aliena una imagen por efecto de la identificación y de la función de la imago-. La imago es el fundamento de lo que Lacan denomina pensamiento identificatorio, función que caracteriza las relaciones del ser humano con sus semejantes. «La imago del otro está ligada a la estructura del propio cuerpo y más precisamente a sus funciones de relación»19. En esta experiencia especular se parte de una insuficiencia del neuroeje, motriz, a una anticipación mental de dicha insuficiencia, con el paso de un cuerpo fragmentado, a una forma ortopédica de su totalidad.
Si bien esto supone un triunfo para el infans expresado lúdicamente en los movimientos, también supone el inicio de las discordancias que el sujeto (je) tendrá que resolver con respecto a la realidad, de la cual el yo actúa como intermediario.
Lacan, con la teoría de la prematuración del nacimiento interroga la teoría adaptativa, de actualidad en la psicología de comienzos del Siglo XX, y muestra cómo la configuración psíquica del sujeto no depende ni va al ritmo del desarrollo neurológico: las sensaciones estero, propio o interoceptivas, no estarán suficientemente coordinadas hasta después del año de vida, para que se haya completado el reconocimiento del propio cuerpo y correlativamente la noción de lo que le es exterior.