Sobre la mecánica de la sublimación

En el texto freudiano la sublimación remite al núcleo de la teoría de las pulsiones, siempre en relación a la posible reducción satisfactoria de la energía sexual y asociada a la noción de elevación. Va apareciendo con distinto desarrollo a lo largo de su obra, desde las cartas a Fliees a los últimos textos, siendo el Entwurf (1895) una referencia fundamental. De todas formas, para situar cualquier aspecto relativo al concepto de sublimación en Freud es condición de posibilidad la existencia de un Yo constituido idealmente que de lugar a los ideales del yo. Dar lugar a la residencia de la idealización. Abrupto, decirlo así. Dicho de otra manera, las formaciones yoicas son condición necesaria a toda construcción sintomática y sinthomática, a toda suplencia de la castración o a cualquier tratamiento de la misma. Es condición también considerar la sublimación como un destino posible de la pulsión, al margen del síntoma como formación del inconsciente; como una salida sin represión y al margen de la formación de compromiso que da lugar al síntoma como pago por la supuesta satisfacción sexual, como precio de ese logro. Pero no cabe pensar que la salida pulsional sublimada suponga la liberación del malestar, porque la exigencia superyoica no se diluye en las elaboraciones sublimadas ni está al margen de la exigencia de satisfacción que da lugar a los síntomas, ni de la inhibición ni de la angustia. La salida sublimada no está en el lugar de los síntomas, ni de la inhibición ni de la angustia. Aunque algunos notabilísimos lectores de Freud, establecen esta relación. Lo veremos en Klein, en su lectura de los textos que constituyen “El niño y los sortilegios” titulada «Situaciones infantiles de angustia reflejadas en una obra de arte y en el impulso creador». No es así en el texto Winnicott, ni en el de Lacan, que diferencian sin asomo de duda la producción artística de otras producciones sublimadas. 

Sobre el término sublimación 

La noción de elevación está asociada a este concepto, a sublimierung, término que Freud usa para pensar estos procesos en los que lo insociable, la exigencia pulsional, se eleva. Utiliza una palabra de origen latino, sublimierung, prescindiendo de términos disponibles en alemán como Aufhebung (levantar, abolir, sublimar), Vergeistigung (espiritualizar) o Schöpfung (crear). La partícula sub, en el caso de sublimierung, no indica solamente una relación de inferioridad o sumisión; está vinculada a super sugiriendo la idea de desplazamiento hacia lo alto y elevado. Sublimis significa, según el Dictionnaire étymologique de la langue latine de A. Ernout y A. Meillet (1979), que «se va elevando, que se mantiene en el aire». Deriva del adjetivo limus o limis, oblicuo, es decir, «que mira de costado o de través, que sube en línea oblicua o en pendiente», y asimismo remite a limen, límite, implicando la idea de atravesar un umbral, de transgredir”.

Lo insociable se eleva. Decir insociable implica contemplar las nociones de goce, de satisfacción y de Real, de los efectos del encuentro con lo Real… Lo insociable se eleva, especie de despegue que implica valor social. Valor social, literalmente. Grado de utilidad social. De este movimiento/ operación sublimatoria resulta algo, un resto, que tiene valor social. Y valor social quiere decir que lo insociable se socializa, se utiliza socialmente, dando cabida a los modos de goce. Se transmuta en vinculante, sujeto a una obligación, acuerdo, articulación…. Introducimos así la noción de Súper Yo, la exigencia moral, las modalidades de su exigencia representadas en los Ideales del Yo.  

La noción de vínculo implica la existencia del cuerpo, entre otras ex – sistencias. El cuerpo, objeto que encarna la regulación de la relación con el semejante, la representación del sujeto en el Otro. Un resto que significa el goce del Otro, que lo localiza; un signo de ello. Un signo, no un significante. Algo que no participa del desplazamiento, que re-presenta algo para alguien: «Quiero terminar mostrando en qué se diferencia el signo del significante. (…) Dije que el significante se caracteriza por representar un sujeto para otro significante. ¿En el signo, de qué se trata? Desde siempre, la teoría cósmica del conocimiento, la concepción del mundo, hace gala del famoso ejemplo de que no hay humo sin fuego. ¿Y por qué no decir aquí lo que me parece a mí? El humo puede ser también signo del fumador. Aún más, lo es siempre, por esencia. No hay humo sino como signo del fumador. Cada cual sabe que si ve humo en una isla desierta se dirá de inmediato que con toda probabilidad allí hay alguien que sabe hacer fuego. Hasta nueva orden, ha de ser otro hombre. El signo no es pues signo de algo; es signo de un efecto que es lo que se supone como tal a partir del funcionamiento del significante. (…) Este efecto es lo que nos enseña Freud, el punto de partida del discurso analítico, o sea el sujeto. (…) El sujeto no es otra cosa — tenga o no conciencia de qué significante es efecto— que lo que se desliza en la cadena significante. Este efecto, el sujeto, es el intermedio que caracteriza la relación significante, el S1-S2, la cadena significante, un significante articulado a otro significante, es decir, el ser cada uno, cada uno un elemento. “No conocemos otro soporte que introduzca en el mundo el Uno sino el significante en cuanto tal, es decir, en cuanto aprendemos a separarlo de sus efectos de significado. (…) En el amor se apunta al sujeto, al sujeto como tal, en cuanto se le supone a una frase articulada, a algo que se ordena, o puede ordenarse, con toda una vida. (…) Un sujeto, como tal, no tiene mucho que ver con el goce. Pero, en cambio, su signo puede provocar el deseo. Es el principio del amor».1

La sublimación, una operación que está más cerca del pasaje al acto que del síntoma2, referido así en la tesis doctoral de Lutereau. “El pasaje al acto cumple ciertas funciones en relación a la repetición, no es al menos sugerido por una posición que esto debe ser lo mismo que separa la sublimación del acting out, en otro sentido, la sublimación con relación al pasaje al acto debe tener alguna cosa en común en esto que separa la repetición del acting out. Hay ahí un paso mucho más grande que aquél que seguramente hace del acto analítico.” La sublimación, un trabajo que da lugar a un resto que revela la carencia del agujero de la causa, de la Cosa freudiana como causa velada. Velo que re-presenta la re-velación posible. Citamos un párrafo del final de la clase décima de Los cuatro conceptos fundamentales: “El resto es siempre en el destino humano, fecundo. La escoria es el resto extinguido”3. Un resto con valor social.      

La pregunta primera, la de 2013, se fue modificando. La relación sublimación/ dolor, causa primera, dio lugar a una investigación dirigida a pensar qué se articula entre el dolor y la producción artística y a un acercamiento a los postulados kleinianos, al concepto de reparación, a sus articulaciones con la sublimación y a su lectura de la producción artística como una modalidad de la reparación generada por la identificación al objeto dañado en la interioridad del proceso esquizoparanoide. Vamos a introducir un esquemita que nos ayudará a tener una idea de la noción en Klein, una gráfica de las fases de la evolución psíquica del ser hablante mediante el análisis o por la propia dinámica de la vida cuando se dan situaciones o estados patológicos, considerados o supuestos así.  

¿Qué consistencia clínica tiene el concepto de sublimación? ¿Qué de esta noción se puede decir en relación al dispositivo analítico? ¿Qué de su localización? ¿Es un concepto analítico? ¿Se sostendría el discurso sin él? 

La sublimación, concepto crucial. Tomo este enunciado de Nasio por el interés que suscita el significante “crucial” para pensar el concepto, su marco referencial y conceptual y la mecánica de una operación que resulta de la plasticidad pulsional. Y sobre lo crucial del concepto, Laplanche lo expone así:  “La sublimación es indudablemente una de las cruces del psicoanálisis (en todos los sentidos del término: punto de intersección, de entrecruzamiento, pero también lo que crucifica), y una de las cruces de Freud”.  Interrogar la sublimación significa pensar su valor instrumental en la cura para pensar la repetición y localizar los posibles indicios de la modificación de ciertas transacciones perversas. Porque la función sublimatoria parte de la falta y la reproduce para dar lugar a una elaboración que no necesariamente ha de ser artística.  

  1. Lacan, J. Aún, clase 4 del 16 de enero de 1972.
  2. “El pasaje al acto cumple ciertas funciones en relación a la repetición, no es al menos sugerido por una posición que esto debe ser lo mismo que separa la sublimación del actinf out, en otro sentido, la sublimación con relación al pasaje al acto debe tener alguna cosa en común en esto que separa la repetición del acting out. Hay ahí un paso mucho más grande que aquél que seguramente hace del acto analítico.” (Lacan, 1966-67, clase del 22 de febrero)
  3. Lacan, J. “La transferencia y la pulsión”, Los cuatro conceptos fundamentales, Paidos, Buenos Aires, 2010, p, 141.