NOTAS PARA UN CONTEXTO DE LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS, SEMINARIO 7 (1959-1960) DE JACQUES LACAN

En 1958 Lacan da su primera conferencia en España. “Jacques Lacan dio dos conferencias en España, la primera en 1958, la segunda en 1972, las dos veces en Barcelona y las dos veces por invitación del psiquiatra catalán Ramón Sarró o de los colaboradores de éste.  Estas conferencias tuvieron lugar en contextos muy distintos – el del IV Congreso Internacional de Psicoterapia en el que el psicoanalista francés participó junto con la casi totalidad de la élite mundial de la psiquiatría, y el de una invitación personal a la Acadèmia de  Ciències Mèdiques de Catalunya – pero tienen en común el hecho de haber pasado del todo desapercibidas. Tanto es así que no fue hasta muchos años después cuando analistas lacanianos encontraron el texto, hasta entonces inédito, de la primera de estas conferencias y difundieron la poca información conocida acerca de la segunda (…)Del 1 al 7 de septiembre de 1958 tiene lugar en Barcelona el Congreso Internacional de Psicoterapia, cuarto del nombre después de los encuentros de Leyden, Londres y Zúrich. El evento es  importante: es la primera vez desde la guerra civil que se celebra un congreso psiquiátrico de esta envergadura en el país. Se esperan a más de mil participantes, entre ellos casi todos los representantes de la élite mundial de la disciplina. Ramón Sarró es nombrado  presidente del congreso y se constituye un comité de organización liderado por él e integrado por sus colaboradores de la cátedra de psiquiatría de la Universidad de Barcelona.

A partir de finales de 1957, la prensa psiquiátrica española empieza a publicar informaciones sobre la preparación del encuentro y anuncia la presencia de algunas figuras del mundo psiquiátrico internacional, entre ellas Lacan. La RPPMEAL publica una primera lista  de las intervenciones previstas y en la sección dedicada al psicoanálisis, presidida por Franz Alexander, se anuncia: «Lacan, Jacques, Francia – La Psychanalyse vraie et la fausse[6]». La prensa detalla igualmente la organización científica del congreso alrededor del  tema central de la psicoterapia y el análisis existencial. Se hace hincapié en las repercusiones positivas que tendrá el encuentro para la medicina española necesitada, según los organizadores, de una «revolución» psicosomática, aunque el término de «revolución»  desaparecerá más tarde de las presentaciones por desagradar a las autoridades políticas.

El desarrollo de este Congreso Internacional de Psicoterapia puede conocerse gracias a la prensa cotidiana que publicó, día tras día, reseñas del encuentro. La inauguración del congreso tiene lugar el día 1 de septiembre en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona,  en presencia de las autoridades civiles, militares y religiosas. Los discursos de circunstancias se siguen a lo largo de la mañana. Ramón Sarró, presidente del congreso, pronuncia a continuación una conferencia sobre «La interpretación del mito de Edipo en Freud y en  Heidegger», en la que critica el pesimismo y la misantropía de un Freud víctima de su resentimiento para con la sociedad vienesa. Hace a continuación una lectura del complejo de Edipo a la luz de la antropología existencial y rinde homenaje a los trabajos de  Binswanger, Minkowski, Gebsattel y Straus. El último día del congreso, en su discurso de clausura, Sarró concluirá: la contestación de la Psicología contemporánea a la cuestión de ‘Qué es el hombre’, debería ser la ‘persona’, o la ‘existencia’. La respuesta de Freud de  que el hombre es instinto puede considerarse definitivamente superada (La Vanguardia Española, 7/9/1958, p. 18).

La posición de la psiquiatría española con respecto al psicoanálisis, de la que la conferencia de Sarró era representativa, es uno de los factores que hay que tener en cuenta para entender el contexto de la conferencia de Lacan. Una cuestión tan delicada como la de la  psicoterapia no podía abordarse, en la España de 1958, sin tener en cuenta sus implicaciones ideológicas, y a este respecto los organizadores del congreso tomaron las necesarias precauciones. Dichas precauciones se tradujeron, entre otras cosas, por la creación de una  sección de «psicoterapia y religión», que no existía en los congresos anteriores y cuyas actividades fueron presentadas como una garantía moral en los debates, en particular con respecto a las teorías psicoanalíticas, cosa que quedó claramente reflejada en la prensa:  Saltan a primera vista la trascendencia y delicadeza de los temas. Cierto que con mano hábil y ortodoxa, en el primer «Diario» del Congreso son desmontadas, entre otras tesis, la tan decantada sobre el complejo de Edipo «como elemento básico estructurador de toda  cultura», y la que quisiera infravalorizar la conciencia, poniendo el inconsciente como verdadero centro del hombre. Cierto que «en este congreso —lo afirma el programa de manera taxativa— interesa especialmente la más perfecta adaptación de la Psicoterapia a las  normas y sentimientos de una cultura católica». Pero nos sobra el inciso de que esto se haga en virtud del «genius loci». «La acción del sacerdote y el médico afecta a todas las confesiones». Es verdad. De ellas y de ciertos núcleos demasiado avanzados del mismo  campo católico pueden provenir algunos despistes tan importantes como el que intenta presentar como correlativas neurosis y santidad. Por ello nos alegra tanto la presencia en el congreso de personalidades tan destacadas como las de los padres Mailloux, canadiense  […]; Vaca, Meseguer y Aragó, españoles, etcétera, que serían, ellas solas, toda una garantía.

En este contexto, no resulta nada extraño que los organizadores, en sus comunicados, hubieran resaltado las actividades de la sección de psicoterapia y religión, la cual, consecuentemente, fue una de las que más espacio ocupó en la prensa. El miércoles 3 de  septiembre, día de la intervención de Lacan, era también el día en que se había programado la conferencia del padre Noël Mailloux, presidente de esta sección de psicoterapia y religión. Los periódicos de la mañana, como lo hacían desde el principio del congreso,  anunciaron los momentos más esperados del día, de los que formaba parte sólo la segunda. La ponencia de Lacan no sólo coincidió con las actividades de la sección de psicoterapia y religión, sino también con otro evento de primera importancia en un congreso en el  que la participación de los médicos españoles era otro de los principales centros de interés de la prensa: la conferencia de López Ibor, quien tomó el micrófono después de Lacan en el Paraninfo. Al día siguiente de la intervención de ambos, el español tuvo los honores  de los titulares de la prensa. La ponencia de Lacan, al igual que las de los dos oradores que le habían precedido en el Paraninfo aquella mañana, sólo se mencionó en la introducción de una reseña dedicada casi por entero a la intervención de López Ibor: «El doctor  Lacan presentó un interesante trabajo sobre el psicoanálisis verdadero y falso», leemos con alguna variante formal en los periódicos que detallaron el programa de la mañana.

A pesar de que Lacan formaba parte de las personalidades invitadas a tomar la palabra durante las sesiones más prestigiosas del congreso, no fue objeto de la misma atención privilegiada que recibieron en la prensa otras figuras del mundo psicoterapéutico. El hecho de  que hablara el mismo día que López Ibor y que el presidente de la sección de psicoterapia y religión no podía contribuir a llamar la atención sobre su intervención. Sin embargo, la situación de Lacan a este respecto no fue única; aunque el programa de las  ponencias aparecía cada día en la prensa, las intervenciones no solían ser comentadas. Tampoco se encuentran comentarios de las intervenciones de algunos psiquiatras de reconocido prestigio como Henri Ey o el mismo Binswanger. La lectura de los periódicos pone  de manifiesto que los primeros objetivos de la prensa en sus reseñas eran el ensalzamiento del papel de la psiquiatría nacional, ya sea en la organización o en la participación en el congreso, y las garantías morales que debían enmarcar semejante evento. Difícilmente  podía Lacan cumplir uno de estos dos requisitos de acceso a los honores periodísticos.

Más extraña es, en cambio, la historia de la publicación del texto de la intervención de Lacan. «El psicoanálisis verdadero y el falso» —sobre cuyo contenido, ya publicado y ampliamente comentado, no volveremos aquí— no fue incluido en las actas del congreso y  sólo fue encontrado en 1991, en casa de Sarró, después de una investigación llevada a cabo por algunos analistas catalanes (Lafuente, 1992, pp. 49-50). Se publicó algunos meses más tarde en la revista Freudiana (Lacan, 1992)[11]. La primera pregunta que surge es la  de por qué no se publicó la ponencia de Lacan en las actas del congreso. Todo parece indicar que los organizadores estaban en posesión del texto en el momento de iniciar esta publicación; siendo la versión española la que se encontró en casa de Sarró, es lógico pensar  que fue el texto que sirvió para las traducciones simultáneas durante el congreso. La historia de estas actas es, en sí, poco clara. Estaba previsto que se publicaran en la revista internacional de psicoterapia: Acta Psychotherapeutica Psychosomatica et  Orthopaedagogica, como las actas del congreso de Zúrich que había precedido al de Barcelona[12]. Pero por razones que se desconocen fue al final la revista dirigida por Sarró, la RPPMEAL, la que publicó estas actas, no en un volumen sino en un total de doce  entregas entre enero de 1959 y junio de 1962[13]. El número de intervenciones publicadas, sin distinción de tipo —ponencias, conferencias, comunicaciones— es de doscientas veintiuna, es decir, aproximadamente la mitad de las que se dieron en el congreso. En la categoría de las ponencias, la revista publicó el texto de dieciocho intervenciones de las veintidós que se presentaron en septiembre de 1958.

La no publicación de Lacan es, pues, notable, pero no constituye un caso  único. Cuando los autores de Freudiana presentaron «El psicoanálisis verdadero y el falso», en 1992, hablaron a este respecto de censura: La pasión de Lacan sobrenadó a la censura que en su  día impidió que su ponencia fuera publicada en las actas del IV Congreso Internacional de Psicoterapia ( Freudiana, 4-5, 1992, p. 7.).

La aparición de la conferencia de Lacan en Francia, en la revista L’Âne, dio  lugar a la misma afirmación: «Cet exposé fut soumis à la censure qui refusa de le publier dans les actes du congrès» (L’Âne, 51, 1992, p. 24)[14]. Parece, sin embargo, difícil imaginar de qué   tipo de censura podría tratarse. La idea de unacensura política, que es la que sugiere L’Âne, resulta del todo inverosímil, teniendo en cuenta el contenido del texto que sólo aborda polémicas teóricas e institucionales internas al psicoanálisis. Por otra parte, la  hipótesis de una censura específica contra Lacan debido a sus críticas de la IPA supondría la intervención de los miembros de la Asociación Internacional en una publicación dirigida por Sarró, quien distaba mucho de ser antilacaniano como veremos a continuación.  Pere Bofill, próximo colaborador de Sarró y miembro de la IPA —cuya comunicación, por cierto, tampoco fue publicada en las actas— refutó esta hipótesis de manera contundente. Los testimonios de los organizadores del congreso concurren en este punto: no hay  otra explicación plausible que la del olvido o del extravío del texto, azares inherentes a la publicación de semejante número de comunicaciones[16].

Sea como sea, esta historia de «El psicoanálisis verdadero y el falso» no hace sino confirmar la conclusión de que el paso de Lacan por Barcelona en 1958 no contribuyó a despertar el interés de la psiquiatría española por sus teorías. Como vimos más arriba, no será  hasta diez años más tarde cuando la prensa psiquiátrica empezará a reflejar un cambio a este respecto; en el momento del congreso, Lacan pasa prácticamente desapercibido”1

También en 1958 Lacan publica “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”2. El texto lacaniano va situando la función paterna diferenciándola de lo que plantea el padre freudiano, el padre de la horda primitiva que aplasta el deseo sin reparación alguna, mito de la  función paterna tal como Freud lo plantea en Tótem y tabú. Retrocedemos. Con lo que acabamos de decir sobre la función paterna en Lacan hablamos de lo que antes hemos mencionado como R. S. e I.: lo Real, es lo preexistente y la contingencia, también designado  como lo traumático, como repetición, como goce; lo Imaginario es lo corporal, el Hay uno-uno, y lo Simbólico es la normalización vinculada al deseo causado por la ley. Sea cual sea esa ley, y no nos referimos a los cuerpos jurídicos; esa ley es lo que permite al ser  humano, sujeto del lenguaje, un funcionamiento posible en relación a su manera de gozar, a sus modos de goce. El poder hacer con esos modos es lo que llamamos civilización, y de ese poder hacer resultan, entre otras producciones, los objetos que nombramos  artísticos. A los modos de la civilización nos gusta llamarlos cultura, hechos de lenguaje, delirios del ser, poder hacer con el lenguaje en eso que implica que, por ejemplo, alguien haga algo, una fotografía, para ser visto o para ser mirada en lugar de mostrarse ante los  otros fuera de escena, al margen del acuerdo civilizado. Hablamos de lo que con Freud  plantearíamos como sublimación y con Lacan como sinthomatización o usos de los Nombres del Padre.

Al presentar los registros lacanianos del aparato psíquico hemos definido lo Real como lo indecible e indecidible de la contingencia; lo que resulta de este suceso, del encuentro con lo real, es la repetición que Freud vincula a la pulsión de muerte y que Lacan nombra  como goce. ¿Qué relación hay entre goce y Nombre del Padre? Lacan introduce el concepto en el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis” ; aquí lee el mito del Edipo freudiano con la fórmula de la metáfora paterna, enunciado que  opera en la sustitución significante del Deseo de la madre: el Nombre del Padre es un significante que sustituye al significante que nombra el deseo de la madre. Simplificando en extremo, la presencia del padre, y no hablamos del padre de la realidad, es una  función discursiva localizable en la madre, o quien esté en ese lugar, y que dice de su deseo de otra cosa en relación al hijo; esa otra cosa que desea la madre es lo que actúa en la metáfora paterna. Esta operación reúne tres elementos de la teoría freudiana: el mito del  padre muerto que Freud construye en Totem y tabú, el mito de Edipo y el complejo de castración. Para Freud el mito era la función que sostenía al padre, siendo el mito lo que persiste en la reiteración del relato oral, a diferencia de las religiones reveladas que se  soportan en la escritura; para Lacan el mito es un síntoma, “El Complejo de Edipo es como tal un síntoma. Todo se sostiene en la medida en el Nombre del Padre es también el Padre del Nombre, lo que vuelve igualmente necesario el síntoma (…)”3.

Este significante que vamos nombrando como Nombre del Padre es la función que articula el deseo y la ley, es el significante de la ley. Así lo plantea Lacan en un primer tiempo de su enseñanza, como una función en la que la variable es estable, es la x que representa la ley. Más adelante la variable de la función Nombre del Padre asume un valor individual para cada sujeto, planteándose así la multiplicidad de los Nombres del Padre y desvinculando el mito Edípico de su relación con la castración. El goce ya no está vinculado a la  transgresión, disolviendo así la relación goce-ley que sitúa la ley como respuesta que regula los usos del goce prohibido; el padre del Edipo ya no es el agente de la castración sino lo que vela la creencia en el goce prohibido. Así, plantea el goce como una pérdida que  resulta de la operación significante sobre el cuerpo situando la parcialidad del goce, vinculándolo a una dimensión de lo pulsional que da cuenta de la contingencia, de lo que para cada sujeto supone el encuentro con lo real. De ese encuentro se hace el goce del sujeto,  y lo que el sujeto puede hacer con ese encuentro Lacan lo nombra objeto a. Este objeto a es un operador lógico que en la constitución del sujeto, de la subjetividad, viene a re-presentar lo que obtura la falta situando la posibilidad de la completitud, de la relación  sexual, de la existencia de un significante en el Otro, depósito significante, que complete al sujeto.

La función Nombre del Padre regula el goce del sujeto y tiene que ver con el tratamiento simbólico de lo incomunicable, de eso que resulta del encuentro con el goce y que no es el encuentro mítico con el Otro materno, absoluto y prohibido, sino lo que se incorpora como goce a disposición del sujeto, como delimitación, como nombramiento del goce cifrado en el síntoma del sujeto, como su particular versión del padre, de lo que regula su goce, de su père- versión.

La pulsión es un concepto complejo que informa sobre una experiencia somática y lo que de esa moción se registra en el orden psíquico; ese registro, esa huella, es la escritura que la representa. La pulsión es aquello que ejerce funciones de representancia, es el acto en  sí de representar y en tanto tal, representante del sujeto; es acontecimiento y registro de las formas del encuentro.

Lacan opera con la teoría que proviene del objeto del psicoanálisis, la transferencia, objeto indisociablemente teórico y práctico, que es el que permite situar el resultado del encuentro del sujeto con el Otro. Es ahí, en el ámbito analítico, en transferencia, donde se  puede saber de la pulsión como causa dela representación y de su representante, fundamento de la solución subjetiva fantasmática con la que el sujeto trata de obturar la falta del Otro. Las aportaciones fundamentales de Lacan sobre el concepto de pulsión las  encontramos en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, seminario en el que Lacan lee la estructura de la pulsión en “Pulsiones y destinos de la pulsión” , texto en el que Freud define el estímulo pulsional como una moción de carácter constante, marca  de un mundo interior, especie de asidero del ser vivo con el que separar un afuera de un adentro. Lacan se acerca al concepto para ubicarlo doctrinalmente articulado a la experiencia analítica “aquello que todo analista conoce por experiencia, a saber, lo pulsional (…) de carácter irrepresible” , y sitúa los objetos de la pulsión como respuesta al estímulo articulado al lenguaje en cuatro órdenes básicos: oral (el pecho), anal (las heces), escópico (la mirada) e invocante (la voz). Esta conexión entre el estímulo somático y el lenguaje es  la que construye en el ser hablante lo específico de la relación con sus objetos pulsionales y es la que conforma los modos de goce propio. Estos órdenes somáticos tienen en común el ser agujeros corporales (boca, ano, párpados y oído), bordes erotizados por la  actividad del Otro más allá de la satisfacción vinculada al cuidado necesario.

En 1960, Lacan dicta el seminario 7 y en septiembre de este mismo año escribe dos textos: “Propuestas Directivas para un congreso de sexualidad femenina” y “Subversión del Sujeto y dialéctica del deseo en las estructuras freudianas”. En este mismo año Henry Ey  coordina el Coloquio de Bonneval para trabajar sobre la condición del inconsciente freudiano. Convoca a psiquiatras a filósofos y a psicoanalistas y queda excluida la psicología.

Por otra parte la antipsiquiatría ya había comenzado a dar sus primeros pasos.En 1961 Basaglia asume la dirección del psiquiátrico de Venecia, camino que lo llevará a Trieste en donde dirigirá el psiquiátrico hacia su clausura entre 1971 y 1979. En ese mismo año Foucault publica la Historia de la locura.

1961. “El Congreso Internacional de Psicoanálisis reunido en Edimburgo en 1961 emitió una serie de “recomendaciones” que la Sociedad Francesa de Psicoanálisis – Lacan era un miembro destacado– debía cumplir para acceder y conservar su categoría de grupo de  estudios perteneciente a la asociación internacional. Se trataba de “corregir” los efectos de la práctica de Lacan: las sesiones debían durar 45 minutos, se les prohibía a los candidatos asistir a conferencias o seminarios impartidos por sus didactas, etcétera. Pero la  obligación de fondo era la separación definitiva de Lacan de las funciones propias de la formación de analistas. Una comisión encabezada por Pierre Turquet, un psicoanalista inglés, investigó en París la práctica de Lacan. Entrevistó a sus analizantes para determinar si  Lacan respetaba las reglas técnicas impuestas por la API. El siguiente congreso, reunido en Estocolmo en 1963, aceleró el cumplimiento de la exigencia de separar a Lacan de la formación de psicoanalistas”.

1963. El 20 de noviembre de 1963 Lacan interrumpió el seminario que ofrecía en el hospital Sainte Anne, París, desde hacía diez años. Su nombre fue borrado de la lista de didactas de la asociación a la que entonces pertenecía. Fue excluido de la formación de   analistas en el ámbito de la Asociación Psicoanalítica Internacional. El 15 de enero de 1964 reanudó su seminario en la Escuela Normal Superior con el objetivo de estudiar los fundamentos del psicoanálisis, y cinco meses después funda la Escuela Freudiana de París.  El 9 de octubre de 1967 presentó ante la EFP su declaración razonada sobre la independencia de los criterios de IPA, su proposición sobre el analista de la Escuela.

Louis Althusser facilitó la mudanza de la sede del seminario de Lacan. Seguiré la investigación de José  Attal (ELP) La no-excomunión de Jacques Lacan. La demanda de Lacan tuvo su efecto en las expectativas de Althuser que, “a modo de Maquiavelo” trató de hacer del analista “un Príncipe del que ser su consejero… tomándose el trabajo de que Lacan fuera conocido  como tal”. En este contexto de influencias, sigo a Attal, “retoma desde la primera sesión todos los términos que Althusser le ha sugerido: ciencia, concepto, no concepto, posición dentro/fuera, Marx, etcétera”.

A partir del “seminario inexistente” el Nombre del Padre,  establecido como significante de la operación metafórica que hace presente la ausencia del padre, es un artificio del que el sujeto se puede valer para construir su propio Nombre del Padre. Esto ya se puede leer en la única lección de un seminario que no llegó a ser  dictado, exposición en la que Lacan anuncia el padre- síntoma que encontramos en sus últimos desarrollos de sus teoría. El seminario sobre Los Nombres el Padre debía iniciarse en 1964 en L’École Normale Supérieur.

Hasta ese momento Lacan se había ocupado de la  lógica del deseo de la madre, siendo el padre una función metafórica, operación que trata del deseo de la madre; a partir de este seminario Lacan se ocupa del padre del deseo, de lo paterno como lo que permite mantener la comunidad de los seres hablantes. Amor y  deseo. Mientras que el amor resultaba de la pregunta al Otro sobre lo que nos puede dar ordenando esa posibilidad en el régimen del tener, el deseo, que es el deseo del Otro, es el fenómeno metonímico que se produce en el sujeto y cuya fijación la obra un objeto que  para un sujeto cobra un valor esencial, completándolo fantasmagóricamente. El amor como “dar lo que no se tiene” es una articulación metafórica que responde a la producción del amor como lo que se significa en la medida en que la función del amante, el erastes,  como sujeto de la falta, ocupa el lugar del objeto amado, el eromenos, el que tiene algo amable; ahí, en ese lugar de significación se articula el amor, y solo ahí se puede dar, alrededor de la falta, porque “de aquello que se desea solo se puede obtener su falta”.

En este  contexto Lacan recuperó una definición del psicoanálisis ya propuesta en 1955, en “Variantes de la cura tipo”: “el psicoanálisis es el tratamiento dispensado por un psicoanalista”, definición coloca al analista y, por lo tanto, ala práctica –no a la teoría– en el lugar desde el cual el psicoanálisis se define. Lacan sostuvo la misma afirmación sobre la supremacía de la praxis en relación a la teoría en otras ocasiones (cito dos): en el seminario del 14 de enero de 1970, “el análisis es lo que se espera de un psicoanalista”, y el 11  de febrero del mismo año, “el psicoanálisis es lo que hace un psicoanalista”. Y esta localización, que el psicoanálisis sea el lugar del analista, dice del analista como formación. Acabamos de introducir un fundamento que articula ética y episteme (conjunto de  relaciones entre discursos y disciplinas en una época dada). Esta definición contraviene lo q el Althusser propone en “Freud y Lacan” en razón de la epistemología marxista que elaboraba, una definición del psicoanálisis como teoría científica.

Más de veinte años después, en el seminario del 11 de enero de 1977 propone otra definición de psicoanálisis: “El psicoanálisis, ya lo dije, lo repetí recientemente, no es una ciencia. No tiene su estatuto de ciencia y no puede más que esperarlo, aguardarlo. Pero es un  delirio, es un delirio del que se espera que porte una ciencia. Es un delirio del que se espera que devenga científico, se puede esperar mucho tiempo. Se puede esperar mucho tiempo, como les dije, porque… simplemente porque no hay progreso, y lo que se espera no es  forzosamente lo que se recoge. Es un delirio científico entonces, y se espera que porte una ciencia pero eso no quiere decir que, que jamás la práctica analítica portará esa ciencia”.

La afirmación del cientifismo del psicoanálisis requeriría de un trabajo cuyofundamento vaya más allá de una epistemología abstracta. Y esto interroga la práctica, la transmisión y su enseñanza. Interroga su especificidad discursiva, su causa, que no es la universitaria  sostenida en la respuesta del saber y en el saber expuesto. Cito a Braunstein y Pasternac: “(…) la demanda social determina que la medicina –por lo tanto, la psiquiatría– actúa directamente sobre el mantenimiento y la reparación de la fuerza de trabajo (inserción en la  instancia económica) ofreciendo criterios supuestamente científicos para delimitar categorías (sanos, enfermos, anormales, etcétera) con consecuencias inmediatas sobre la situación de los sujetos así calificados lo que constituye para nosotros, como habremos de ver,  su inserción en la instancia ideológica en calidad de ‘aparato ideológico del Estado’ [referencia a Althusser] y, finalmente, se integra en la instancia jurídico-política al legitimar la exclusión y encierro de los individuos reputados como peligrosos … […] una propuesta  viable en psiquiatría. Pensamos en este sentido que no hay alternativa interior al sistema que no ubique al psiquiatra en la situación contradictoria del funcionario del sistema, que sirve aun sin desearlo a las necesidades reproductivas del mismo. […] Sostenemos  asimismo que no hay alternativa exterior al sistema porque no hay nada exterior al sistema […]. Pensamos que no debemos dejarnos engañar por las apariencias de la rebeldía y reconocer abiertamente que todos estamos incluidos en esta contradicción y que lo que  hacemos, determinados por el encargo social, es un elemento conflictual inserto en las necesidades ideológicas de este sistema productivo”4.

  1. Druet, A-C. La psiquiatría española y Jacques Lacan antes de 1975,  http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/view/588/695
  2. Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la  psicosis”, Escritos 2, SXXI, Buenos Aires, 1984, pp. 513-564.
  3. Lacan, J.    El sinthome, S. 23, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 23.
  4. N. A. Braunstein y M. Pasternac, “Premisas ideológicas de la investigación psiquiátrica”, en Marie Langer (comp.),  Cuestionamos 2, Buenos Aires, Granica, 1973, pp. 139-179. Citado por Miguel Felipe Sosa en “Una contribución a la descripción de la súbita aparición en México del psicoanalista no analizado [sic]. De Córdoba, Argentina (1966-1976) a la República Mexicana”, Freud y Lacan en México, Emergente, México