El amo y lo comunitario, hoy

“La institucionalización del movimiento psicoanalítico fue parte indispensable para la puesta en práctica del programa de expansión y consolidación científico, terapéutico y social del psicoanálisis que Freud propone en 1918. Este programaguió al movimiento psicoanalítico entre 1918-1933, y estuvo al servicio de la  realización del proyecto de desarrollar una “psicoterapia para las masas”. Es la tesis principalde Francisco Javier Montejo Alonso y que dio lugar a El psicoanálisis 1919-1933: consolidación, expansión e institucionalización (2009) 1, tesis con la que se doctoró. Un estudio fundamental para pensar la historia de las políticas del olvido. Para pensar la historia.

Remití a Exile  “En un lugar de La Mancha… Francesc Tosquelles y Max Hodann, creadores de las primeras comunidades terapéuticas durante la Guerra Civil Española” un estudio de Montejo que interroga las causas del olvido de lo que fueron instituciones fundamentales para pensar la expansión social del psicoanálisis y el carácter de los usos actuales de lo que concierne al ámbito de la salud mental. estas comunidades terapéuticas se constituyen en el extremo de la crisis, la guerra, y dan lugar a la realización de la política del discurso psicoanalítico en su sentido radical. Porque la raíz de este discurso, el freudiano, es “triunfar donde fracasó el paranoico” 2 . La noción de discurso en el pensamiento psicoanalítico se refiere al tipo de vínculo social en el que se inscribe el sujeto en el Otro, en el lenguaje, y no es ajeno al reconocimiento del deseo. Bueno, es el modo específico de ese reconocimiento, invirtiéndose así el supuesto hegeliano que sostiene el deseo de reconocimiento como fundamento de la relación de intersubjetividad entre el amo y el esclavo (yo/ semejante).

¿Dónde fracasa el paranoico? En el encuentro con la diferencia. Fracasa ahí donde aparece la dimensión real de lo simbólico, en la expresión de la experiencia del odio que, en la paranoia se manifiesta subordinada al Discurso del Amo como organización delirante, tan razonada como peligrosa. Paradigma de estas formaciones son los discursos del nacionalismo. Ahí no hay amenaza de venganza, expresión del neurótico herido. Hay del odio y de sus manifestaciones exclusivas que, en la locura paranoica aparecen de manera súbita en modo delirante cuando para el sujeto se pone de manifiesto que falta el significante de la falta. Y ahí, la respuesta es el delirio. Y ahí, en política social se abre  el camino que lleva al ser hablante a las últimas consecuencias: la guerra como forma legitimada del exterminio de una re-presentación Otro. Ocurre ahí, donde falla el ideal de la dialéctica ese modo supletorio del que el ser hablante se vale para tratar lo insoportable de la ausencia.

El discurso paranoico es una formación en la que predomina el discurso de la segregación. Su fundamento, el paradójico carácter absoluto de la verdad anclado en la disolución de la diferencia, da lugar su exterminio. La aniquilación cabe ahí. Y el modo extremo del exterminio es el campo de concentración. Una vez más evoco “¿Qué es un campo?” ensayo en el que Agamben propone pensar la actualización del campo en la interioridad del cuerpo social. Es el modo más complejo del exilio porque no hay desplazamiento a la vista, sino desubjetivación. Y ocurre así porque “El hombre no es una criatura tierna necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimiento, martirizarlo, para matarlo” 3. Esto no lo expone así Agamben, sino Freud. Y ocurre así cuando los mecanismos para regular las modalidades de goce del Otro, lalengua del Otro y sus lenguajes, dependen de las formas más crudas del discurso capitalista, del capitalismo financiero diríamos hoy, actualización modosa del discurso del Amo investida de normalizaciones ideales que establecen idealmente, valga la redundancia, La forma. Lalengua, escrito así, holofraseando artículo y sustantivo, es una noción que significa lo previo a la normalización del Otro; estado asemántico y de carácter éxtimo en relación al lenguaje que significa la modalidad con la que el sujeto se inscribe en la cadena significante.

Voy poniendo en contacto las nociones de comunitario, discurso y campo siendo la referencia que causa esta relación el olvido de los primeros dispositivos de atención comunitaria, los que pusieron en marcha Tosquelles y Hodann en plena Guerra Civil Española. Olvido que sucede al exilio: “Tosquelles fue de los primeros en comprender que la práctica psiquiátrica clásica alienaba aún más al paciente y que el factor fundamental de su curación radicaba en la participación en la vida comunitaria, donde podía encontrar un sentido a su locura. Y esto con más de una década de anticipación sobre Thomas Main (1946), el primero en utilizar el término comunidad terapéutica , y sobre el  británico Maswell Jones (1952) el creador oficialmente admitido de las Comunidades Terapéuticas”. 4

A modo  de colofón de esta carta, una serie de preguntas “para abrir boca” ¿Qué ocurre en el estado español con el discurso paranoico? ¿cómo se representa en las instituciones que representan el gobierno de lo comunitario? Lo comunitario es lo que pertenece al común, a la ciudadanía que decide sobre su gobierno y a la representada por el ciudadano  indeciso. Al ciudadano, al fin. “Se exalta lo comunitario, pero aumenta la distancia real entre la asistencia en Salud Mental y los Servicios Sociales, cada vez más cercanos a la vieja beneficencia y convertidos en precarios servicios de atención en crisis. El vigente Plan Estratégico en Salud Mental de la Comunidad de Madrid, para el periodo  2010-2014 sanciona los principios de modernidad, profesionalidad y cientificidad en aras de una progresiva (¿o más bien deberíamos decir regresiva?) especialización. Es decir, todo lo opuesto al modelo de asistencia comunitario que surgió para combatir precisamente la «especialización», para sacar la enfermedad mental del ámbito del hospital  psiquiátrico y reintegrarla a la comunidad, resignificándola más allá del discurso médico-científico”. ¿De qué participación en la vida comunitaria se puede hablar si el trabajo en el ámbito de la salud mental, quiera decir lo que quiera decir tal sintagma, siempre se organiza en espacios terapeutizados? ¿No es esta una manera de sostener el paradigma moderno de la enfermedad mental?

MRG

  1. <span>Montejo Alonso, F.J. El psicoanálisis 1919-1933: consolidación, expansión e institucionalización UCM, Facultad de filosofía, Dpto. Filosofía IV, 2009.</span>
  2. <span>“He triunfado allí donde el paranoico fracasa&quot;, frase que Freud le dirá a Ferenczi en carta del 6/10/1910 (E. Brabant, E. Falzeder, y P. Giampieri-Deutsch, 1996a, p. 265). Citado por Javier Montejo en su tesis doctoral, p. 27. (véase nota 1)</span>
  3. <span>Freud, F. El malestar en la cultura, O. C., V. 3, Biblioteca Nueva, Madrid, 1968, p. 37</span>
  4. <span>“En un lugar de La Mancha… Francesc Tosquelles y Max Hodann, creadores de las primeras comunidades terapéuticas durante la Guerra Civil Española”, intersubjetivo – vol. 14 nº 1 – época II, p. 55.</span>