Transitar con Lacan, Dolto y Winnicot: notas sobre la noción de objeto.

Para funcionar auténticamente como lo que se considera que es en la teoría clásica, o sea, el objeto en juego en la ruptura del vínculo con el Otro, a este objeto primero que llamamos el seno le falta su vinculo pleno con el Otro. Por eso he destacado fuertemente que  está vinculado de un modo más cercano al sujeto neonatal. El seno no es del Otro, no es el vínculo del Otro que hay que romper, es como mucho el primer signo de dicho vínculo. Por eso tiene relación con la angustia, pero también por eso es la primera forma  del objeto transicional en el sentido de Winnicott, la forma que hace posible su función. Por otra parte, no es, en este nivel definido por el a, el único objeto que se ofrece para desempeñarla1.

Tránsito nos ha permitido poner en marcha algunos rudimentos de lo que quizá tenga un desarrollo mayor, la crítica de la noción de objeto en algunos momentos del texto de Jacques Lacan: Los complejos familiares en la formación del individuo. Ensayo de análisis de  una función en psicología. "Encyclopédie Française", 19382, La relación de objeto (1956-1957) y La angustia (1962-1963), articulada a las formalizaciones que de dicha noción hacen Françoise Dolto y Donald Winnicott.

Situar el estudio en este intervalo de la enseñanza de Lacan (1938-1965) responde al interés en pensar los acercamientos y las disidencias de los psicoanalistas referidos en relación a los supuestos teóricos y clínicos en los que se funda la consistencia de la noción en  estudio, allí donde Lacan cita a los referentes que están en nuestro campo de interés (Dolto y Winnicottt). En el seminario La relación de objeto, Lacan cita a Dolto para estudiar sus acercamientos, y en el seminario La angustia a Winnicot. Elacercamiento a “Los  complejos familiares en la formación del individuo”, primer texto analítico de Lacan, es una referencia procedente dado el interés para pensar la noción de imago, si nos acercamos a las nociones de imagen del cuerpo e imagen inconsciente del cuerpo en Dolto,  solidarias de las de objeto y falta. Esta era la ambición, desmedida sin duda.

Así, del trabajo previsto, impulsado por lo que interroga la cesibilidad3 atribuida al objeto que Lacan acaba nombrando objeto a, presentamos un acercamiento a lo que se va articulando entre las nociones de objeto y de falta en los psicoanalistas referidos. La noción  de castración, de neta raíz freudiana, recorre el estudio. No hay una mención explícita del recorrido, pero sabemos que no puede ser de otra manera.

     1- Nota sobre la noción de objeto en La relación de objeto (1956-1957),
          seminario 4 de Lacan

El título del seminario 4 de Lacan, La relación de objeto, evoca la crítica a la relación dual, correlativa y recíproca de las nociones de sujeto y objeto promovida por la publicación de La psychanalyse d’aujourd’hui. En este seminario, Lacan interroga las posiciones  psicoanalíticas que “basan el progreso analítico en una rectificación de la relación del sujeto con el objeto, considerada como una relación dual”4. Frente a la teoría de la relación de objeto que ubica a las relaciones objetales del yo como condición creadora de la  realidad, Lacan propone la teoría del objeto faltante: “en el mundo humano, la estructura como punto de partida de la organización objetal es la falta del objeto”5 ; un objeto que no es de la realidad común y cuya ex – sistencia es un efecto del significante. Para Lacan,  la privación, la frustración y la castración son las tres formas de la falta que estructuran las posteriores relaciones objetales. La frustración es  conceptualizada como un daño o lesión imaginaria, la castración como una deuda simbólica, y la privación como una ausencia o agujero real. Con esta teoría sobre las tres formas de la falta da cuenta de que para que se constituyan la imagen del cuerpo, el yo, la  realidad y las relacionas objetales en el orden neurótico, se requiere tanto de una imagen sostenida por el significante como de la falta del objeto y su recubrimiento por imaginario.

La configuración de la castración es presentada como conjunto de operaciones mediante las que se define el estatuto del sujeto frente a los objetos regidos por la significación fálica, por el significante que marca lo que el Otro desea. El significante fálico, su función,  es “marcar lo que el Otro desea en cuanto marcado por el significante, es decir, tachado”6. Lacan articula la frustración, la privación y la castración ubicando al sujeto en una posición sexuada definiendo así cuál es el objeto elegido o creado por ese sujeto. El objeto  faltante es producido por la forma de la falta, no por algún tipo de relación del yo con los objetos. En el cruzamiento con los tres órdenes (r, s, i) se delimitan distintos objetos de la falta, a saber: el objeto imaginario, el objeto real y el objeto simbólico: “si nos situamos  respecto al objeto, entonces podremos plantearnos la pregunta – ¿cuál es el objeto que falta en cada uno de estos tres casos?”7. La dialéctica sujeto-objeto se conserva, pero queda claro que el objeto en cuestión es el objeto perdido freudiano, conceptuado a  partir de la falta en el Otro. Así, la privación, la castración y la frustración son las tres formas de la falta del objeto alrededor de las cuales se organizan el cuerpo, la realidad y los objetos. Así, la falta es entendida como “motor de la relación del sujeto con el mundo”8  y no se reduce a una falta mítica: “Esta falta de objeto, debemos concebirla en sus diferentes estratos en el sujeto — en la cadena simbólica, que se le escapa, tanto en su principio como en su fin— en el plano de la frustración, donde en efecto el mismo se instala en lo vivido como pensable — pero también hemos de considerar esta falta en lo real porque cuando hablamos de privación no se trata de una privación sentida”9.

En este seminario localizamos el antecedente de lo que serán el objeto a y su relación con el sujeto dividido por la falta, formulado lógicamente como fantasma. Fantasma, que no es la fantasía inconsciente (teoría de Klein, Segal… que teorizan esta construcción como  una proyección de la realidad interna sobre la externa). El fantasma es el marco de la realidad (intangible, invisible… y cerrada – lo posible): el sujeto se localiza en la división entre saber y verdad, como producto de un acto sobre el saber y sobre la verdad, y el objeto  es un vacío de sustancia (no es visible, audible…), y no es especularizable10.

En este seminario, el objeto central en la economía libidinal es el falo, significación esencial articulado a la función de la castración materna. Esta cuestión promueve el análisis de la relación entre el síntoma fóbico, el objeto fóbico y su dimensión fetichista,  paradigmas de la relación del objeto con la falta que lo construye. En la lectura que Lacan hace del caso Juanito, el síntoma fóbico es una construcción simbólica, metafórica, con la que el niño trata la angustia que emerge ante la castración materna, articulada a la  posición del padre, el padre de Juanito, en la tríada imaginaria madre-niño-falo. Es el significante con el que en niño trata la angustia que emerge cuando es desalojado del lugar que ocupaba para su madre al tiempo que aparecen las primeras erecciones, fenómeno al  que no puede darle significación.

2- Un acercamiento a la noción de objeto en Dolto

Lacan expone lo que al respecto propone Dolto: “Es sorprendente que nadie hablara anoche de un pasaje fundamental en lo que nos aportó la señora Dolto, a saber: según ella, sólo se convierten en fóbicos los niños de uno u otro sexo cuya madre ha tenido que  soportar un trastorno en la relación objetal que la vinculaba con su progenitor – de ella, de la madre – del sexo opuesto. Esta noción sin duda hace intervenir algo muy distinto que las relaciones del niño con la madre, y por eso he planteado el trío de la madre, el niño y  el falo. Junto al niño, para la madre siempre está el falo, la exigencia del falo que el niño simboliza o realiza más o menos. Por su parte, el niño, en su relación con la madre, no tiene ni idea. Cuando ayer se habló de imagen del cuerpo a propósito del niño, hay algo que  sin duda debieron advertir – si esta imagen del cuerpo es efectivamente el niño, si incluso es accesible al niño, ¿acaso la madre ve necesariamente así a su hijo? Esta es una pregunta que hasta ahora no se ha planteado.

Del mismo modo, ¿en qué momento es capaz el niño de advertir que eso que la madre desea en él, lo que satura y satisface con él, es su propia imagen fálica, la de la madre? ¿Qué posibilidad tiene el niño de acceder a este elemento relacional? ¿Es algo así como una  efusión directa, una proyección? ¿No equivaldría esto a suponer que toda relación entre sujetos es semejante a la relación de la Sra. Dolto con su sujeto? Me sorprende que nadie le preguntara si, aparte de ella misma, que ve todas estas imágenes del cuerpo, y un o una  analista, y además de su escuela, alguien más las ve. Sin embargo, el punto importante es este. El hecho de que, para la madre, el niño esté lejos de ser sólo el niño, porque es también el falo, constituye una discordancia imaginaria, y se plantea la cuestión de saber  cómo se induce, cómo se introduce al niño en ella, tanto el macho como la hembra. Está al alcance de nuestra experiencia. Ciertos elementos que de ella se desprenden nos muestran por ejemplo que el acceso del niño sólo se produce después de una época de  simbolización, pero en ciertos casos el perjuicio imaginario ha sido abordado de una forma en cierto modo directa – no el suyo, sino el de la madre, por la privación del falo. ¿Es un imaginario lo que aquí se refleja en lo simbólico? ¿Es por el contrario un elemento  simbólico lo que aparece en lo imaginario? Estos son los puntos cruciales en torno a los cuales nos planteamos esta pregunta, tan esencial en el desarrollo de la fobia.

¿Por qué llega el niño a ocupar más o menos la posición de la madre con respecto al falo? ¿O por el contrario, en algunas formas muy particulares de dependencia en las que pueden presentarse anomalías con toda la apariencia de la normal, la posición del falo con  respecto a la madre? ¿Qué le conduce hasta ahí? Lo que está en juego es el vínculo que el niño establece entre el falo y la madre. ¿Hasta qué punto pone de su parte? ¿La relación madre-falo se le plantea al niño de forma espontánea y directa? ¿Todo se produce  simplemente porque contempla a su madre y advierte que lo que desea es un falo? Desde luego, parece que no. Volveremos a ocuparnos de ello. La fobia, cuando se desarrolla, no es en absoluto de este orden. No se basa en ese vínculo. Constituye otra forma de  solución al difícil problema introducido por las relaciones del niño con la madre. El año pasado ya se lo mostré; para que haya los tres términos del trío se requiere un espacio cerrado, una organización del mundo simbólico, que se llama el padre. Pues bien, la fobia es  más bien de este orden. Está relacionada con ese vínculo asediante. En un momento particularmente crÍtico, cuando ninguna vía de otra naturaleza se abre para la solución del problema, la fobia constituye una llamada de socorro, la llamada a un elemento simbólico  singular. ¿En qué consiste su singularidad? Digamos que se manifiesta siempre como extremadamente simbólica, es decir, extremadamente alejada de lo imaginario. En el momento en que se le pide auxilio para mantener la solidaridad esencial, amenazada por la  hiancia que introduce la aparición del falo entre la madre y el niño, el elemento que interviene en la fobia tiene un carácter verdaderamente mítico”11.

En este seminario Lacan propone un modelo teórico del desarrollo del niño que cuestiona el carácter evolutivo de la continuidad instintiva situando la falta como el lugar central la subjetividad; falta que articulada a las dimensiones imaginaria, simbólica y real ubica la  privación, la frustración y la castración, instancias determinadas por el modelo dialéctico construido con el tríptico madre-hijo-falo. A través de este modelo intenta formular la organización preedípica, la intersubjetividad en la que se basa la subjetividad del niño en  relación al Otro parental y a la dimensión simbólica, funcional, del padre, vehículo de la castración edípica. Así, el motor del desarrollo de la criatura humana no responde al modelo del automatismo biológico, ni al estímulo de los agentes externos; es el Otro, el  deseo del Otro, lo que va esbozando el sujeto encarnado en una dimensión imaginaria, un cuerpo organizado por la marca simbólica.

Procede ahora, a modo de antecedente, un apunte sobre la noción de imago como recurso de Lacan en Los complejos familiares… para ubicar las dinámicas de la castración. Lacan se vale del término imago para relacionar lo imaginario y lo simbólico en las  separaciones que determinan lo que designamos como complejos familiares. Toman forma en tres escansiones: el complejo de destete, el complejo de intrusión y el complejo de Edipo. El complejo de destete pone en juego la relación primaria y primordial del niño con  la imago materna; el complejo de intrusión la relación del niño con la imagen de su semejante, y el complejo de Edipo conjuga la triangulación edípica que se sostiene en la imago paterna. El niño mediante la imago encuentra el modo de regular su propia  inserción en la vida y en la sexualidad. Estas separaciones encuentran su sentido sólo a partir del complejo de Edipo.

Volvemos a Dolto para situar su teoría, ya que hemos señalado lo que Lacan recoge de su intervención en este seminario. Para Dolto, el complejo de Edipo no es una situación cronológica en relación a los otros complejos; es inherente a la venida al mundo del niño. El  niño no entra en el mundo de lo humano después de haber atravesado estados precedentes, ya que entra inmediatamente en el campo de lo simbólico. Mejor dicho, llega al mundo estando ahí. Dicho de otra manera, el Edipo y la dimensión simbólica, coinciden.  Este complejo no se sitúa en diacronía respecto al niño que viene al mundo: tiene carácter sincrónico, es una determinación, Dolto lo expone así, que se va instaurando en cada renuncia. Cada una de las castraciones significa la renuncia a la relación corporal con la  madre, renuncia que significa el acceso a otros modos de relación, los que vienen de los usos del lenguaje y de los efectos del duelo por la renuncia que tanto los padres como el niño experimentan como una pérdida. Ahí, en esta sucesión de renuncias y adquisiciones,  las palabras maternizadas se incorporan como fruto de este proceso simbólico; palabras que desde un punto de vista genético representan la articulación subjetiva de los padres, su posición en la cadena significante. Palabras que significan los modelos identificatorios simbolígenos.

Las imágenes inconscientes varían según los diferentes estadios del desarrollo libidinal: estadio respiratorio-olfativo, estadio oral, estadio anal y estadio edípico. En cada uno de estos estadios existe una imagen predominante de base, funcional y erógena que forma una  continuidad con las imágenes de los estadios anteriores y de los estadios ulteriores. Así, el paso de un estadio a otro, es decir, de una imagen a otra, significa la pérdida de la supremacía de una zona y su objeto a favor de una nueva zona erógena y su nuevo objeto.  Ahora bien, ese paso es inevitablemente doloroso: el niño sufre por haber tenido que renunciar al objeto de satisfacción que hasta entonces le procuraba placer y por tener que conquistar un nuevo objeto. Por ejemplo, renunciar al seno materno y conquistar la  palabra. Dolto llama "castración simbolígena" a esta renuncia que el niño debe aceptar y acompañar del esfuerzo de obtener un nuevo objeto. Para Dolto la palabra castradora del adulto es una llamada a la renuncia, una incitación a crear símbolos y un  aliciente para lograr la superación de sí mismo. La palabra castradora, además de ser privadora ha de ser simbolígena, promotora. Palabra que priva de un goce anacrónico, simbolígena en cuanto generadora de nuevos símbolos, promotora de un nuevo sujeto y  reorganizadora de la imagen del cuerpo. Promueve la renuncia a lo viejo y la conquista de lo nuevo modificando sustancialmente la interacción ritmada madre/hijo, la imagen inconsciente del cuerpo concebida como la imagen de un ritmo.

La castración umbilical señala la pérdida de la alimentación a través de la placenta y la de la imagen inconsciente originada en la articulación de los ritmos cardíacos propios y de la madre. Supone el acceso a la alimentación oral y a la experiencia sensorial que viene  del contacto corporal: tacto, olfato y oído, en un primer tiempo. Instaura el narcisismo fundamental: el deseo de vivir, deseo del Otro, preexistente a su concepción, configurado en relación con el inconsciente materno. Un narcisismo heredero del narcisismo parental.

La castración oral. El destete supone la renuncia a un objeto parcial, el pecho de la madre, a la ilusión del canibalismo, ilusión compleja ya que implica canibalismo y autofagia en tanto no se experimenta el cuerpo de la madre como cuerpo del Otro. El lenguaje pasa a  ser simbólico de la relación cuerpo a cuerpo, circuito corto del niño con la madre, mutándose en circuito largo, por lo sutil de las vocalizaciones y del sentido de estas palabras que recubren percepciones sensoriales diferentes, pero todas “mamaizadas”; palabras  acompañadas de la misma voz, la de la madre; la voz que acompañaba al niño cuando él estaba en el pecho, especie de proto for-da.

La castración anal se va dando en un largo periodo, en torno a los 10 meses y hasta los 5 años, y para Dolto es una pérdida fundamental en la constitución de la subjetividad. El valor simbolígeno de la castración anal radica en la contención e integración de mociones  pulsionales que se expresan en la descarga motriz, en la descarga de la agresión al otro e implica la prohibición de hacer y hacerse daño. Crea en el niño el sentimiento de vivir en su cuerpo cohesionado, y le permite vivir satisfactoriamente su motricidad. Este proceso  posibilita la integración psico-corporal y así, el control de esfínteres se dará por añadidura. Cuando el niño no puede sublimar el placer ano-rectal se queda anclado en la comunicación inicial con la madre interna: retiene las heces o hace incontinencias y pasa del aburrimiento a la excitación sin solución de continudad. En el inconsciente coexisten disociadamente lo pulsionalreprimido, con lo pulsional que no ha transitado por el circuito de la represión dificultando el pasaje por la castración primaria y la posterior consolidación de la castración edípica.

Dolto teoriza sobre el uso, en los periodos de la castración oral i anal, del objeto transicional, objeto que en palabras de Dolto “articula a los niños con las imágenes táctiles de las zonas de base, funcional y erógena, oral y olfativa y con la imágenes manipuladoras  funcionales anales de la época en que, antes de ser autónomos para la marcha, son deambulados por el adulto”. Es un objeto asegurador ante la posible pérdida de la imagen funcional anal —cuerpo cohesionado—. Dolto incluye en esta fase el estadio del espejo,  constitutivo de la castración primaria (también llamada castración genital no edípica) que configurará las identificaciones primarias propias del narcisismo primario. La “experiencia” del espejo articula la castración anal y la edípica, inaugura el reconocimiento de la  diferenciación sexual y culmina un proceso iniciado desde la castración umbilical: el reconocimiento del otro como tal, del semejante, diferente de uno mismo. Supone también el reconocimiento del propio rostro y de que su cabeza es inseparable de su cuerpo; no  puede confundirse con otro ni con sus fantasmas inconscientes y se confronta con su yo-ideal. El pasaje por las diferentes castraciones va configurando el pre-yo y éstas producen efectos pre-superyoicos, soporte de las identificaciones primarias. Después, con la  castración edípica se configura el yo y el superyó. La castración edípica sigue el modelo freudiano, resaltando que la función del padre, la función paterna, es fundamental en la constitución del narcisismo secundario.

3- Sobre la noción de objeto en Winnicott.

Una nota biográfica y un poema
Las muñecas Lily y Rose fueron objetos especialmente valorados en su infancia. Lily, quizá su primer objeto transicional, había pertenecido a su hermana mayor. Un día le dio un bastonazo a Rose y le rompió la nariz, rotura pacientemente reparada por su padre. A lo  largo de cincuenta años mantuvo una relación especialmente intensa con su niñera, de la que se ocupó hasta el final de sus días. De su madre, una mujer depresiva, también se ocupó hasta ingresar el College haciéndose cargo de las funciones que su padre, siempre  ocupado en asuntos externos a la familia, delegaba en él.

El poema
La madre abajo llorando
llorando
llorando
Así la conocí
Una vez, extendido sobre sus rodillas
Como ahora sobre el árbol muerto
Aprendí a hacerla sonreír
a detener sus lágrimas
a deshacer su culpa
a curar su muerte interior
Darle vida era mi vida.

Este poema lo escribió Winnicott a los 67 años. Lo recibió un amigo, una confidencia muy especial dada la dificultad de decirlo de otra manera. Su madre murió cuando él tenía 29 años.

3.1 Más allá del mito pulsional freudiano, el objeto winnicotiano como mediación constituyente de la realidad. Sobre Winnicott y la transicionalidad.

El objeto transicional es un significante que constituye el “primer uso del símbolo por el niño y la primera experiencia de juego”12, un objeto que representa la unión y la separación del bebé y de la madre a un tiempo; una paradójica transición localizable en el  espacio y en el tiempo. Unión compleja, ya que la madre se halla en transición entre confundida con el hijo, en la mente del bebé, y experimentada como un objeto percibido. Una situación angustiosa, impensable, en torno a la experiencia de la ruptura en la  continuidad de su existencia. La posible constitución de este objeto es la entrada a la construcción del espacio que se irá conformando mediante la relación entre los objetos, mediación que da lugar a lo que Winnicot eneuncia como fenómeno transicional.

El objeto en uso simboliza la unión de dos cosas, el bebé y la madre, ya separados en el espacio y en el tiempo, momento en el que se inaugura la separación como estado: “estamos obligados a admitir que hay, en la mente del pequeño, o en su realidad psíquica  interior, el esbozo de una constitución de la imagen del objeto. No obstante, la representación mental en el mundo interior sigue siendo significativa – o la imagen en el mundo interior sigue viva – merced al refuerzo provisto por la disponibilidad de la madre en tanto  que personaje exterior (real) y separado, así como a su técnica de cuidados maternos”13.

El estado que precede al fenómeno transicional es un “estado fusional” del bebé con su madre, esbozo de la imagen del seno materno o el subrrogado que lo represente, como objeto que se presenta articulado a la necesidad: en el momento mismo en que el bebé siente  hambre, crea o fantasea aquello que satisface su necesidad: un objeto subjetivo. Un estado primordial en el que el sí mismo no está construido y en el que esta construcción, el objeto trasnsicional, será una operación que trasciende la pulsión oral freudiana asentando la  continuidad en una situación en la que se efectúa la separación mediante la permanencia de los cuidados maternos que dan cuenta de que la existencia de la madre (“madre suficientemente buena” ). Así, el sí-mismo, el absoluto del niño se ubica en relación al  absoluto de la madre en un ámbito en el que los juegos del lenguaje generan la phantasia y las apercepciones de la phantasia, ya al margen del phantom primordial.

La construcción del objeto transicional es una función que posibilita el paso de lo primordial, un estado éxtimo, a un estado de diferenciación entre la interioridad “psíquica” y la exterioridad del objeto. Esta experiencia transicional posibilita la  experiencia de juego el  niño tiene la primera experiencia de juego. Este objeto puede surgir como apercepción de phantasia en tanto diferenciado de otros hechos de lenguaje, esbozando así el encuentro interfacticial, fundamento de la primera experiencia de juego.

La complejidad del objeto transicional, factor necesario en la construcción de esta primera experiencia de juego, lo vamos a llamar estadio, es su carácter de “como si”, espacio en el que se conjugan los siguientes factores: la madre, el seno como objeto que la  representa, es el objeto ante el que el niño juega, jugando también para ella. La Stiftung interfacticial sitúa al niño y a la madre en el ámbito de los fenómenos de lenguaje, no posicionales, propios de la phantasia y de las apercepciones de phantasia donde el sí-mismo  del niño y el otro habitan su propio vivir y su vivencia. En la phantasia perceptiva del seno, la phantasia “experiencia” del seno como otro aquí absoluto atestado fenomenológicamente, se halla en el objeto transicional.

La clínica de Winnicott constata la continuidad entre el juego en el espacio transicional y la consistencia de lo que designamos como producciones culturales: los objetos transicionales no son “imágenes” que figuran otra cosa, son los verdaderos mediadores de la realidad.

  1. Lacan, J. La Angustia, S. 10, Paidós, Buenos Aires, 2006, p.  355.
  2. Lacan, J. “Los complejos familiares en la formación del individuo. Ensayo de análisis de una función en psicología”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires,2012, pp. 33-  96.
  3. Ibidem, "Este objeto que él llama transicional, se ve bien qué lo constituye en esa función de objeto que yo llamo el objeto  cesible", p. 339.
  4. Lacan J. La relación de objeto, Paidos, Buenos Aires, p. 12
  5. Ibidem, p.58.
  6. S 5, pp 374-375
  7. S 4, p. 39
  8. Ibidem, p. 38
  9. Ibidem, p. 58
  10. Bermejo: “Lacan va a dar una definición de dicha diferencia y la denomina «especularización». Según ésta, un objeto (imagen) es especularizable si su imagen en el espejo plano (pero dentro de todo el espacio tridimensional) es diferente de él mismo en la  orientación y sólo en la orientación. Dicho de otra manera, es especularizable si i(a) = -i’(a) (donde el signo menos indica orientación). Si un objeto no se diferencia de su imagen en el espejo plano en la orientación, entonces decimos que tiene imagen no-  especularizable. Insistimos, todos los objetos o imágenes tienen imagen en un espejo plano o curvo, lo que puede ser diferente es su orientación: en el caso de que lo sea, el objeto es especularizable y si no, no.
  11. Lacan, J. “Teoría de la falta de objeto”, La relación de objeto (1956-1957), Paidós, Buenos Aires, p. 60.
  12. Juego y realidad, p. 134.
  13. Ibidem, pp .134-135.